La Diosa del Amboto

"MARI" - SU TA GAR ("Jaiotze Basatia", 1991)
 [LETRA ORIGINAL Y TRADUCCIÓN DEL EUSKERA, AQUÍ]

Hire diztira dut maite
Anbotoko erregina
Mortal guztien gainetik
Hegan sua egina
Ta eutsi zan zeruan zehar
Eguzkia joan eta gero.
Libre
Izateko haiz jaioa
Mari
Ez zara izango niretzat
Nire ametsetan giñen
Biok tximisten lagun
Baina argi da hori zela
Soilik umeen ipuin
Ta eutsi zan zeruan zehar
Eguzkia joan ta gero
Lehiotik dut ikusi ekaitza
Ta pentsa bapatean
Hor sugar damatxoarekin
Gaur berriro larrutan
Libre
Izateko haiz jaioa
Mari
Ez zara izango niretzat
Amo tu brillo
Reina de Anboto
Volando hecha de fuego
Por encima de todos los mortales.
Y se mantuvo a traves del cielo
Después de que se fuera el sol.
Libre
Has nacido para ser.
Mari
Nunca serás para mi.
En mis sueños
Eramos los dos amigos de los truenos
Pero está claro que eso
Sólo era un cuento de niños.
Y se mantuvo a traves del cielo
Después de que se fuera el sol.
He visto la tormenta a través de la ventana
Y he pensando un momento
Ahí está Sugaar otra vez haciendo el amor
Con la dama de fuego.
Libre
has nacido para ser
Mari
Nunca serás para mi

Antes de que naciera Cristo y pusiera todo patas arriba, los vascos no teníamos dios, sino diosa. Una señora hecha y derecha, bonita como el sol y con una cierta mala ostia, vestida de rojo y con los cabellos dorados esparcidos como lametazos de fuego. Sin embargo, por estas tierras, cada putopueblo tiene una manera propia y personal de ver las cosas, así que dependiendo de la zona, Mari puede ser…

Una mujer noble que con un castillo en sus manos y un dragón enrroscado a sus pies
 
Una mujer vestida de rojo montada sobre un carnero

 
Una mujer en llamas que atraviesa el firmamento, sóla o sobre una cuádriga.

 
Una gigantesca mujer coronada por la luna llena


 
Una hermosa joven con pie de pato o cabra con un peine de oro, como las lamias

O una divertida mezcla de todas las anteriores

Lejos de estas complejas iconografías, ella a veces prefiere adaptarse directamente a las formas de la naturaleza, que son más simples: los árboles cuyo tronco se asemeja al torso de una mujer son la diosa Mari. Las estalactitas de las cuevas cuyas curvas parecen pechos también son la diosa Mari. Los cuervos, los buitres, los carneros, las serpientes, las yeguas, las novillas rojas (behigorris), e incluso ciertas nubes también son, por supuesto, representaciones de la Diosa Mari. Tan polifacética es la buena señora, que hace lo que sea necesario para adaptarse a la turbulenta imaginación de su pueblo. 

¿Cómo se llama?
Se llama Mari, como ya he dicho, un apelativo que es usado como sinónimo o epíteto de “señora”, y suele venir acompañado por el nombre del lugar donde habite en ese momento la pájara: si se la ve en el monte Txindoki, pues la Mari de Txindoki. Si se traslada a las cuevas de Mundu, pues la Mari de Mundu. Y finalmente, si el nombre “Mari” te suena muy almodóvar y muy poco mitológico, también puedes llamarla “Damea”, aunque corres el riesgo de que la gente no sepa de quien narices estás hablando. Su residencia principal está en el Amboto, la más querida y carismática de nuestras formaciones rocosas, y por eso se la conoce generalmente como La Dama del Amboto. 

¿A qué se dedica?
Pues a un poquito de esto, un poquito de lo otro, ya sabes… dominar la naturaleza, provocar los cambios meteorológicos, enviar sol o granizo según las circunstancias, hacer que crezcan las cosechas y que engorde el ganado, generar manantiales salutíferos...lo típico de una diosa madre. Regala y castiga con la misma soltura que sus primas Gea, Terra, Cibeles, Danu, Pachamama, Jörð o cualquier estatuilla culona y tetona del Paleolítico. De todas maneras un mortal casi nunca la verá enfangada en tan complejos menesteres: normalmente aparece sentada a las puertas de alguna cueva, peinándose delicadamente el cabello como si fuera una inocente princesita Disney. Disimulando, vaya. También suele hilar en una rueca, desmadejado un ovillo de oro en los cuernos de un carnero (rollo Picapiedra) Y como cualquier etxeandere (señora de la casa), esta diosa también cocina su pan y hace su colada. Es muy campechana la Mari, no se le caen los anillos por realizar este tipo de faenas domésticas. Si sus pequeños mortales las hacen… ¿Por qué ella no?

 Por otra parte, Mari tiene una especialidad que le rechifla: fraguar tempestades. Ya veremos más adelante cómo las fragua, la muy ladina… También se le dan bien las profecías, los oráculos o, como es más frecuente, los simples consejillos prácticos. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los antiguos vascos no eran precisamente emperadores ni eminentes hombres de Estado: igual el Oráculo de Amón en Siwa te dice que conquistarás el mundo con tus grandiosos ejércitos pero a Patxi,  cabrero y paterfamilias de la serranía de Aralar, igual le interesa más saber porqué ostias no funciona su ferrería o qué tiene hacer para que sus vacas den más leche. Mari es experta en este tipo de consejos pequeños de los que depende la vida de la gente pequeña. Como una amatxu ("mamá"), ni más ni menos.
Vasco bastante mongo pidiendo ayuda a su paciente diosa
¿Dónde vive?
La diosa Mari es un culo inquieto, y cambia continuamente de residencia a lo largo del año. Igual un día está tan tranquila en el Amboto, y decide darse un garbeo hasta las peñas del Murumendi, causando un cierto trasiego en el cielo y en las condiciones meteorológicas. Amboto, Oiz, Mugarra, Aizkorri, Aralar, Murumendi…esta mujer no para.  Cuando veas alguna de estas montañas con un nubarrón particularmente negro encima, no falla: Mari is there.


En realidad, los  montes y cuevas no son más que el portal a través de los cuales se accede a su verdadera residencia: las entrañas de la tierra. Cuidadito por ejemplo con zascandilear cerca de una sima: es su gran mayoría son conductos que comunican las moradas subterráneas con el mundo exterior, y de ellas puede salir cualquier cosa, desde serpientes gigantescas hasta una tormenta de pedrisco. 

Los vascos somos una raza muy apegada a lo que tenemos bajo los pies: muchas culturas alzan la cabeza y encuentran a sus dioses en la bóveda celeste. Nosotros no, nosotros miramos para abajo, para la tierra, porque ella es la auténtica madre del hombre. El cielo queda demasiado lejos, pero a la tierra la sentimos latir. Sí que es verdad que tenemos unos cuantos dioses tonantes (qué remedio, con la de tormentas que caen por aquí, que cuando no está el cielo negro es porque se va a poner morado), como pueden ser Ortzi del trueno, Odei de las nubes, Lañaide de la niebla o Eate de la lluvia cuando jarrea. Pero no son más que genios, meras comparsas de la gran orquesta mitológica dirigida por la firme batuta subterránea de la Diosa Mari. Telúricos hasta la médula, esa es nuestra naturaleza: bajo tierra viven la diosa y su cohorte de genios, allí se abren magníficas salas llenas de tesoros, y por sus derroteros pasean todo tipo de criaturas extrañas.
Parece muy tranquilo todo, pero el turrón está debajo.
¿Cómo hacer para caerla BIEN?
Es lo más fácil (o difícil) del mundo: simplemente cree en ella, con eso le basta. Ahora, que si le regalas cada año un carnero o cualquier tipo de ofrenda (desde monedas hasta entrañas de vaca), ya quedas fenomenal. La gente también suele tirar piedras por ahí en su honor: coges un guijarro y lo lanzas contra un dolmen, una caverna o algún tipo de laguna o charco sagrado. Dicen que si lo haces desde el respeto, la diosa te bendice: aunque claro, teniendo en cuenta lo antigua que es esta tradición, una “bendición” de la diosa puede ser (por ejemplo) quedarse embarazada, así que cuidadito con lo que hacéis… casi mejor te metes la piedrecita en el bolsillo, por si acaso.

Y lo más importante de todo: nunca, nunca, NUNCA la mientas. Jamás.

¿Cómo caerla MAL?
Mari odia la mentira, el robo, el orgullo y la jactancia, el incumplimiento de la palabra empeñada, de la asistencia mutua y del respeto a las personas. Tiene un código moral totalmente espartano.

Por ejemplo: Patxi y Aurelio están conversando sobre sus respectivos bienes y riquezas. Aurelio, por tirarse el rollo, dice “Pues yo tengo 40 ovejas en el campo”, aunque en realidad no tiene más que 20. Las otras 20 se las ha inventado, no existen. Entonces Mari castiga a Aurelio quitándole el número de ovejas inventadas. Así que el tonto de Aurelio, por mentir, se ha quedado sin rebaño. Si hubiera dicho que tenía 30 ovejas, Mari le había quitado sólo  10. Y si hubiera dicho la verdad, que tenía sólo 20 ovejas, pues se habría ahorrado muchos problemas.
Otro caso: llega un mendigo a casa de Antxón y le pide pan. Antxón, el muy rata, dice que lo siente pero que no tiene (cuando sus despensas están llenas). Entonces Mari le vacía todas las baldas de comida ¿Qué pasa, no decías que no tenías? Pues ahora es verdad: efectivamente, no tienes. Es corriente decir que Mari abastece sus salas a cuenta de los que niegan lo que es, y afirman lo que no es. Lo mismo pasa con el latrocinio: si robas algo, ella te lo robará a ti. Así que ahórrate el esfuerzo.

El castigo más ruidoso que puede enviar la diosa es el pedrisco: digamos que es su especialidad. Sale de las simas y de las bocas de las cuevas, aullando como un demonio, y puede arrasar los sembrados en cuestión de minutos. Y si los sembrados te la bufan, también puede destrozarte el coche… nunca infravalores el poder del pedrisco. Mari lo lanza a la superficie a través de cuevas, simas o pozos, y sus genios celestes (entre ellos los citados Odei, Ortzi o Eate) recogen toda esta fuerza y la dirigen a donde sea menester putear. Hay gente que afirma poder dar órdenes a estos númenes del cielo recitando un hechizo y sosteniendo en el puño un manojo de utzai-bedar (hierba del arco iris), mientras señalan al pedrisco  dónde tiene que ir a descargar. Podéis intentarlo, aunque igual os sentís un poco idiotas. O incluso muy idiotas.
Ortzi, númen del trueno, trae un mensajito de la diosa para tí
 ¿Tiene novio?
Ohhhh, lo sentimos, pero sí tiene ¡Y vaya novio! Se llama Sugaar o Maju, y de majo no tiene nada: es un numen masculino que tiende a adoptar la forma de una gigantesca culebra, aunque en realidad se adapta a los caprichos de su diosa: si ella es una yegua, él es un caballo, si ella es una cuerva, él es un cuervo. Maju es un tipo bastante promiscuo, y le encanta darle al tema: cuando Mari y Maju se arrejuntan, se fraguan unas tormentas espectaculares, de esas que los partes meteorológicos anuncian “con mucho aparato eléctrico”. Se rumorea que también se ha tirado a algunas humanas de alta cuna, con lo cual muchos duques y condes de la nobleza vizcaína pueden pavonearse de tener a un dios entre sus antepasados, como si fueran romanos de la dinastía Julia. El "Livro das Linhagens" (sg. XIII) afirma que “este encantador yace con algunas mujeres en sus aldeas aunque ellas no quisieran y viene a ellas en forma de escudero y todas aquellas con quienes yace se tornan hechizadas”. El muy cabrito.

Super polvazo eléctrico
Mari también siente debilidad por los mortales: son tan pequeñitos, tan majos, tan… manejables. Una vez incuso se casó con uno: el hombre, procedente de Beasain, solía pasear ante la cueva de Muru y cómo no podía ser de otra manera, se enamoró de la misteriosa y bellísima mujer que peinaba sus cabellos ante la puerta de la caverna. El joven no podía creer en su suerte cuando la dama accedió a casarse con él: una criatura tan bella, tan silenciosa, tan sumisa (pensaba el idiota) como no había otra en toda la cordillera cantábrica. 

Fiuuuu...
Con el paso de los años, el marido empezó a darse cuenta de que su mujer hacía cosas un poco, digamos,  raritas… no se acercaba a una iglesia ni a patadas, huía de los servicios religiosos y, de los siete hijos que habían tenido, ninguno estaba bautizado. Así que el marido decidió, con esa delicadeza sutil que caracteriza a nuestros  hombres, atarla a un carro junto con sus hijos y hacerles a todos un bautizo express en la iglesia más cercana. ¿Y qué pasó? Pues que el idiota se quedó con la boca abierta tres palmos cuando observó cómo su querida mujercita, rodeada de llamas como una antorcha viviente, se elevaba por los aires mientras gritaba: Ne umek Zeruako, ta ni oaiñ Muruako! (“¡Mis hijos para el Cielo, y yo para Muru!”)  desapareciendo entre las peñas del Murumendi para no ser vista nunca más. Cuenta la leyenda que todavía puede verse al hombre pasmado en mitad del camino, sujetando por las riendas un caballo medio histérico que arrastra los restos carbonizados de lo que en su día debió de ser un carro.

Pero Mari no sólo se lía con gañanes, sino que también es la piedra fundacional de la dinastía de los Haro, señores de Bizkaia. Cedo la palabra al conde don Pedro Alfonso de Barcelos (1288-1346):
       Este Don Diego López de Haro era muy buen montero. Y estando un día cazando en su puesto y esperando a cuándo vería al jabalí, oyó cantar en muy alta voz a una mujer en la cima de una peña, y fue para allá y la vio ser muy hermosa y muy bien vestida y se enamoró luego de ella muy fuertemente, y le preguntó quién era y ella le dijo que era una mujer de muy alto linaje, y él le dijo que pues era mujer de muy alto linaje se casaría con ella si ella quisiere, que él era Señor de toda aquella tierra, y ella le dijo que antes le prometiese que nunca se santiguaría y él se lo otorgó, y ella se fue luego con él. Y esta dueña era muy hermosa y muy bien hecha en todo su cuerpo, salvando que tenía un pie forzado, como pie de cabra y vivieron gran tiempo y tuvieron dos hijos, y uno tuvo por nombre Íñigo Guerra y la otra fue mujer y tenía por nombre Doña (…)
Felices como perdices
Y cuando comían juntos Don Diego y su mujer, asentaba él al par de sí al hijo y ella asentaba al par de sí a su hija . Y un día mientras comían lanzaron un hueso de jabalí a la mesa y vinieron a pelear un alano y una podenca de tal manera que la podenca trabó al alano por la garganta y lo mató. Y don Diego López, cuando esto vio lo tuvo por milagro, y presignándose dijo: “Santa María, váleme, quién vio nunca tal cosa”. Y su mujer, cuando así lo vio signándose, agarró a sus dos hijos y se levantó presta, pero Don Diego logró trabar al hijo y no lo quiso soltar, y ella huyó con la hija por una floresta del palacio y se fue para las montañas, de suerte que no la vieron más a ella ni a su hija. 

Livro das Linhagens

Normalmente este sería el final de la historia: igual que su prima Melusina y otras tantas criaturas europeas, las diosas (o hadas) que se casan con un mortal, ponen una condición que suele ser estúpidamente violada, tienen hijos, crean un linaje, salen volando cuando el tabú es trasgredido, y no se las vuelve a ver nunca. The End. Pero en este caso Mari demuestra ser muy buena gente, y no se olvida así como así de su familia
Pandal
       Al cabo de algún tiempo fue este Don Diego López a hacer mal a los moros y le prendieron y le llevaron a Toledo preso. Y a su hijo Íñigo Guerra pesaba mucho de su prisión, y fue a tratar con las gentes de la tierra y les preguntó de qué manera podría liberar a su padre, y ellos le dijeron que fuera a las montañas y buscase a su madre. Y él fue allí solo, y la encontró en lo alto de una peña y ella le dijo: “Hijo Íñigo Guerra, llégate a mí, porque bien sé a lo que vienes”.  Entonces ella llamó por su nombre a un caballo que andaba suelto por el monte y el nombre era “Pandal”, y le puso freno en su boca y le ordenó a su hijo que no le hiciese fuerza alguna para herrarlo, alimentarlo ni desensillarlo; díjole que el caballo le duraría toda la vida y que nunca entraría en lid que no venciese y que, cabalgando por los aires en él, podría estar aquel mismo día en Toledo ante la puerta de la prisión de su padre. Que lo tomase de la mano y entrambos montasen otra vez al caballo, y antes de la noche volverían a estar en su tierra. Y así fue.
Livro das Linhagens

Mari además tiene dos hijos estupendos. Bueno, más o menos...Atarrabi es dulce y comprensivo, tanto que los cristianos le tomaron por uno de los suyos, pero Mikelats es un demonio cargado de bilis al que le gusta encargarse de los trapos sucios y las cuentas pendientes de su madre. Pero como suele decirse, eso es otra historia, que deberá ser contada en otra ocasión.

¿Quieres conocerla?

BIENVENIDO
El protocolo en las cuevas de Mari, querido visitante, es el siguiente: entra tranquilito, despacio, y tutéala (no le gustan las ceremonias). Mientras hablas con ella no te sientes, aunque te lo pida. Tampoco la robes (si ves que tal), aunque la sala esté llena de macizos objetos de oro a los que ella no parezca prestar atención. Si le caes bien, puede darte un montón de carbón que al salir se convierta en oro, o un montón de oro que al salir se convierta en carbón. También puede ponerte una estrella en la frente o una cola de burro en la rabadilla, según su criterio. Cuando vayas a retirarte, hazlo de la misma manera en la que entraste: es decir, andando de espaldas, mirándola siempre a los ojos. Esta condición es semejante a la que, según norma tradicional, debe observar cualquier persona al aparecérsele el alma de un difunto, a saber: tenerla siempre delante y nunca darle la espalda. Con un poco de suerte y si has seguido mis instrucciones, estarás vivo cuando salgas al exterior, o al menos, conservarás la misma forma con la que entraste. 


¿Te apetece quedarte una temporada con ella?

La solución es fácil: tienes que conseguir que alguien te maldiga, pero que te maldiga de verdad, con auténtico y verdadero asco, diciendo lo siguiente: "¡Que Mari te lleve! o "¡Ojalá te lleven mil rayos!". Acto seguido Mari o cualquiera de sus númenes te secuestrará, e igual te pasas los próximos mil años peinándote con ella o hilando con hilo de oro en la puerta de una cueva, hasta que la diosa se canse de tenerte todo el día dando vueltas a su alrrededor y te mande a molestar a otra parte.

En Euskadi, la mayor parte de estas historias están relacionadas con hijas malditas por sus madres, que son profesionales en el bello de arte de ciscarse en todo: una de las chicas fue arrastrada por una misteriosa novilla roja hasta el interior de una cueva; otra desapareció bajo tierra y sólo podía salir al exterior en forma de esqueleto, y la mayoría de ellas no son liberadas hasta que una ráfaga luminosa en forma de estrella se introduzca en la caverna donde se encuentran ocultas. Ninguna de estas muchachas tiene nombre: son, simplemente, las Cautivas de Mari. Así que ya sabeis, chicas: si os gusta el plan, empezar a tocar las narices a vuestras madres, suave e insistentemente. ¡Y mucha suerte! 

¡QUE MARI OS LLEVE A TODAS!


Comentarios

  1. Desde luego la Mari es una mujer muy interesante y polifacética, me ha gustado mucho esta entrada un saludo!

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  2. jajaja una señora con una cierta mala ostia dice... xDDD aun recuerdo lo que nos contaban de pequeños, cuando ibas al monte no te atrevías ni a escupir, por si acaso... ayyyy que inocentes éramos... (o quizá no... :-S)
    Personalmente mi versión era montada en su carro de fuego cruzando el cielo, y sobre todo en las cuevas del Amboto. Cuando me contaron que la forma en la cumbre era su silueta sí que empecé a mirarlo con respeto, sí... xD
    Muy currada la entrada, por cierto! ^^

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  3. he puesto Amboto en vez de Anboto! no me castigues, oh, gran Mari! ^^'

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  4. jajajaja, y yo! en toda la entrada además! No somos dignas... pero la culpa es mía, que te he pegado mis resabios castellanoparlantes, pardiez! XD

    En cuanto a lo de la silueta del monte...algo así había oído, pero nunca lo he visto del todo bien

    http://www.flickr.com/photos/lillarra/3188232131/#/photos/lillarra/3188232131/lightbox/

    ¿Mujer tumbada boca arriba con la espalda levemente arqueada y la cabeza colgando a la izquierda? ¿O mejor dejo las drojas? XD

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  5. Bieeeeeeeeeeeen! Segundo post del año y petición cumplida :D

    Me gustan mucho las mitologías y en el norte hay tanta y tan variada que siempre me entero de algo nuevo. De hecho, en este post me he enterado de un buen puñado de cosas XD

    Eso sí, está claro que el truco de echarle la culpa de los cuernos a un/a dios/a es absolutamente universal :P

    Y tus drojas tienen que ser contagiosas porque yo también veo la silueta...

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  6. como siempre, interesante y educativo... como el Libro Gordo de Petete... pero en versión guay... cordiales maullidos...

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  7. Talban, tenía la idea de Mari metida en el bolo desde antes incluso de tener el blog XD Y seguro que caen más de mitología vasca: es un filón ^_^

    Por cierto, lo que es la casualidad... ayer encontré un curioso librito (no más grande que mi mano) en una librería de viejo madrileña. Aqui va el escaneo.

    http://oi56.tinypic.com/rkwj6p.jpg
    ["La Dama de pie de cabra", Alejandro Herculano,1810 - 1977]

    Y mira como empieza la historia el muy el salao...

    "Vosotros los que no creeis en brujas, en almas en pena, ni en travesuras de Satanás, sentaos aquí al hogar, bien juntos, al pie de mí, y os contaré la historia de Diego López de Haro, señor de Vizcaya. Y no me digais al acabar: ¡No pued ser! ¿Acaso sé yo inventar estas cosas? Si lo cuento es porque la leí en un libro muy antiguo, casi tan antiguo como nuestro Portugal. El autor del libro la leyó en alguna parte, o la oyó contar a algún juglar en sus versos.

    Es una tradición respetable; y quien no cree en las tradiciones irá donde lo page"

    Son los 8 euros mejor gastados en lo que va de año XD

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  8. Me lo creo, Nenya, me lo creo XD Tú no te cortes y aprovecha el filón, seguro que tus lectores lo agradeceremos ^^

    El libro promete XDDD Voto a brios que pareciera un guiño de la diosa animándote ;P

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  9. He de decir que lo de que toda una Diosa Madre se llame Mari me causa no poca hilaridad. Aparte de eso, no tenía la más remota idea de la existencia de esta señora, y me ha parecido alucinante, y es que este tipo de tradiciones me encantan. Un saludo.

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  10. Creo que una vez me encontré a esta entidad,me dijo que se llamaba Mari, aunque la descripción cambia un poco, me hizo ganar algo de dinero en la lotería y dice que me quiere mucho y a mi abuelo, el cual falleció cuando yo era muy niño, curioso que fue en un sotano.

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