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Mostrando entradas de febrero, 2010

Algo pasa con Pandora II: Fe de erratas

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Llevo un par de tardes a vueltas con Pandora (sí, soy como un pitbull, cuando agarro un tema no lo suelto hasta que lo entiendo). He mirado en el Google. He mirado en la Wikipedia. He mirado en portales serios de mitología clásica y en páginas de esas que tienen fondos florales y gifs animados, de las que suelen llamarse “El Castillo Mágico de Amparo” o “Chakras para todos”. He mirado en foros y en un surtido de blogs variados. He mirado en todas partes… menos donde tenía que mirar: en el libro de Hesíodo, “Los Trabajos y los Días” (sg. VIII a.C, se dice pronto), donde apareció por primera vez el mito de Pandora. Si es que parezco tonta. Me he bajado “Los Trabajos y los Días” , y aaamigo mío, AHORA lo tengo más claro. Como me temía, es una historia terrible y deprimente, en la buena y vieja tradición mediterránea. Amparo y la tía de los chakras viven totalmente engañadas: cualquier parecido entre la historia original y lo que te encuentras en Internet es pura coincidencia. Aquí va

Algo pasa con Pandora

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Seguro que si pregunto ¿Alguien conoce el mito de Pandora?, todos levantáis la mano (alguno gritará: ¡Es donde viven los Na’vis!, pero confío en serán los menos). Pandora fue la primera mujer que pisó la Tierra, creada con lo mejorcito y lo peorcito que los dioses quisieron darle: Hefestos le moldeó un cuerpo de infarto, Atenea le dio inteligencia y maña, Afrodita la convirtió en una bomba sexual , y para cerrar con broche de oro, Hermes, dios de la Mentira, le otorgó el don de ser una zorra falsa y manipuladora, mil veces más astuta que el tonto’l orto de su marido Epimeteo, el Homer Simpson de la mitología griega. No podemos negarlo, Pandora MOLA. El final de la historia también lo conocemos: los dioses, que tienen un humor de colmillo retorcido, le regalan a esta señorita dos últimos presentes: el primero, una mente curiosa e inquisitiva (made in Atenea, seguramente) Y el segundo: una cajita misteriosa. Muy misteriosa. “¿Y que contiene?” pregunta ella, “Naaada. Pero

El Pelocho

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--> En la jardinera de mi habitación acaba de crecer una inquietante planta prehistórica, hasta ahora desconocida por la ciencia: se trata de un proto-ficus deprimente, con las hojas mustias plegadas alrededor del tronco como un paraguas viejo. La bella estampa culmina con un matojo de pelochos blanquecinos que se mecen alegremente al compás del viento. Si lo viera Lovecraft seguro que le dedicaría una serie entera de sus Ciclos. No sé lo que me han vendido, pero esto no es un hibiscus, lo mires por donde lo mires. En defensa del personal de “Fronda”, he de decir que después del holocausto vegetal del 2007 (un verano que nos fuimos todos y se quedaron mis pobres plantitas mas secas que la mojama), mi jardinera no ha vuelto a ser la misma, y eso que eran ejemplares robustos que habían sobrevivido a:   -Los amorosos cuidados de mi Tía Pili ( arrancando la hiedra con sus manos desnudas porque decía que me quitaban luz.)   -Las eficaces atenciones de mi hermana Paula (cantá